15 febrero 2008

El fabuloso mundo de las agallas

En una entrada anterior hemos hablado ya de las agallas y del mecanismo de defensa que suponen para preservar la planta del ataque de determinados insectos: las avispas de las agallas. Lo verdaderamente fascinante de estos procesos consiste en que, si bien son determinadas especies las que inducen su formación, el resultado no siempre es el esperado. Esto es, si una agalla es inducidad por Cynips coronatus, cabría esperar que en el interior de dicha agalla encontrásemos un ejemplar de este tipo de avispa. Pero a menudo (muy a menudo) no resulta así. Comensales, oportunistas, depredadores y parásitos se acostumbran a aprovechar del trabajo de otros y, rara vez, encontramos en una agalla lo que cabría esperar.



Las lentejuelas en las hojas de Quercus pyrenaica suelen estar inducidas por Neuroterus quercusbaccarum, aunque estas pueden ser sedosas o lisas.



En este caso, la avispa responsable puede ser Neuroterus numismalis o Neuroterus albipes.

Las agallas cereza son mucho más grandes, también en las hojas del roble, y se atribuyen a Cynips quercusfolii.



En el interior de una de estas agallas observamos una larva de imposible identificación para nosotros.



No vamos a describir aquí todos los tipos de agallas que hemos encontrado, pero, con respecto a la más típica, la gallarita o gallarón (Ver entrada anterior), en su interior podemos encontrar cualquier cosa,



desde un imago adulto, alado, presumiblemente correspondiente a la especie inductora de la agalla, hasta otros tipos de comensales, oportunistas...



...o incluso depredadores, como esta araña



perfectamente hospedada en la agalla como puede observarse por la tela de araña en su interior.

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