05 febrero 2009

De piojos y pulgas

Durante mucho tiempo, la vuelta al cole se onvirtió en una rutina habitual en nuestras vidas. El Pediculus capitis, el piojo del pelo, se convirtió en un animal doméstico, algo así como una mascota habitual de la familia. Cuanto más se las lavaba el pelo a mis hijas, más piojos cogían. Lo de que los piojos prefieren el pelo limpio era una auténtica realidad. Al fin y al cabo, para un piojo, una cabellera limpia significa menos competencia. Con el tiempo, los piojos acabaron optando por territorios vírgenes y acabaron dejando en paz el pelo de mis hijas.
Sin embargo, la llegada a casa de una nueva mascota, Argos, un mastín leonés de apenas dos meses, con pack habitual incluído, esto es, pulgas (Ctenocephalides canis, orden: Siphonaptera), nos ha hecho revivir antiguos fantasmas. Si hace unos años fue Ctenocephalides felis (la pulga del gato), la que vino junto a Matute, el gato callejero que adoptaron mis hijas, el que provocó una desinsectación total de la casa, ahora lo ha sido la variedad canina.
El ejemplar de la foto es lo mejor que hemos podido fotografiar. Ni la foto es muy buena ni el ejemplar se encontraba en su mejor momento. Pero el caso es que hemos pasado de los piojos a las pulgas.

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